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*Religioso

Apenas comenzar la planificación de este proyecto, también apareció la duda de algunos colaboradores acerca de si utilizar la palabra “religioso", o cambiarla por alguna otra que "perturbase" menos el imaginario de las personas. 

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Ciertamente, las palabras religión y religioso genera rechazo en algunas personas y sectores de la sociedad. Eso en AION es considerado, a priori, como positivo, puesto que abre un espacio a la reflexión y permite preguntarnos, por ejemplo: ¿Porqué esto es así? ¿Es la religión por sí misma un enemigo del progreso humano? ¿O el enemigo es "algo más" que subyace intrínsecamente? Si subyace intrínsecamente ¿lo hace solo en este tipo de saber (el religioso) o es inherente al ser humano? ¿Es la religión un saber desechable por completo? ¿O es un aspecto digno de análisis, participación y construcción conjunta? ¿Qué es lo que más “espanta” de las religiones en el mundo actual? 

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Todas estas preguntas están abiertas y, probablemente, requieran de la participación y compromiso de quienes se interesan por el bien común, dado que la religión y la espiritualidad, en sus diferentes expresiones, son parte importante en la vida de muchas personas. 

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Desde AIÓN y por coherencia con el principio rector de poner el foco en lo que nos une, entendemos que todo sistema de saber o conocimiento representa un "lenguaje", en principio válido, que sirve como vehículo para comprender y explicar la realidad. Las formas que adoptan estos vehículos de expresión no pueden (ni deben) ser absolutos, desde el momento en que son percibidos y explicados desde la dimensión humana. No obstante, son potencialmente beneficiosos para el progreso humano.

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Si miramos críticamente nuestro saber personal y colectivo como especie, descubriremos que por mucho que se sepa, siempre es mucho más lo que queda por aprender.

Existen conceptos para los cuales aún no se han inventado palabras y por tanto, de momento, apenas podrían ser intuidos por alguna mente visionaria. Existirán en el futuro leyes científicas de las cuales hoy día no han sido descubiertas (o "reveladas") sus ecuaciones, y por lo tanto, aun no existen para los humanos como ley ni conocimiento. Sin embargo,  basándonos en la evidencia que nos brinda el pasado, puede pronosticarse que nacerán, más tarde o más temprano, y cambiarán la historia del conocimiento tanto como lo ha hecho la ley de la gravedad en su momento.

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Este simple hecho tiene la potencia de mantenernos humildes y abiertos frente a la grandeza de la vida y del saber, cualquiera sea su tipo.

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Si analizamos bien las cosas, pareciera evidente que  solo existe un adversario y es común a todos los tipos de saber, el fanatismo

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Fanatismo entendido aquí como “rigidez perceptual y cognitiva -patológica- asociada a una incapacidad para comprender cualquier otro registro que no sea el propio y es acompañada de ausencia de empatía.”  Esto, aplica tanto para individuos como grupos o instituciones.

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Como puede observarse, el fanatismo no habita exclusivamente en el terreno de la religión, sino que se extiende a la política, la cultura y hasta la comunidad científica.

 

De la mano de esta definición, podría entenderse al fanatismo como una patología social, una pandemia moral que asola a la humanidad en su conjunto. Un enemigo destructivo al cual bien vale "dar batalla".

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No debería confundirse a la ciencia con "los científicos" ni a la religión con "los religiosos". De la misma manera que no sería sensato confundir a la medicina con cualquiera de la enorme cantidad de médicos que realizan malas praxis al año a nivel mundial. 

 

No podríamos negar, sin pecar de ignorantes,  que las estructuras religiosas han sido, y lo siguen siendo en muchos casos, poderosos vehículos de transmisión de valores, acciones de ayuda, y todo lo que podría considerarse como “bien” en esencia. También es cierto que han sido poderosos vehículos de lo contrario. La pregunta sería entonces ¿alguna institución, estructura, sistema de saber en la historia de la humanidad, o individuo, ha estado o está exento de esto? 

 

Los seres humanos tenemos la tendencia natural a sentirnos en “el lado correcto de la vida”. Esto nos brinda seguridad psíquica y emocional ante la incertidumbre de habitar un mundo que cambia vertiginosamente y que plantea constantes y profundos interrogantes. Pero también, nos vuelve necios e intolerantes. 

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Sin temor al fanatismo en ninguna de sus expresiones, disfraces ni gradaciones, son bienvenidas en este apartado todas las religiones, todas las culturas y todas las tradiciones espirituales de la humanidad, que quieran participar en la construcción de una identidad humana universal, basada en el respeto a la diversidad de concepciones, formas y tradiciones.

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